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NOAA/The Xylom ilustración

Deshaciendo la narrativa típica de un estudiante Ivy League


Sí, me cambié de la Universidad de Puerto Rico a Cornell.

No vengo de un lugar privilegiado.

A lo mejor se supone que así sea.


Han pasado casi dos años desde que me mudé a Ithaca, NY, un pueblo pequeño que queda a cuatro horas al noroeste de la ciudad de Nueva York. Sin embargo, todavía me siento como un pez fuera del agua. Considero que ser aceptada a Cornell ha sido uno de mis grandes logros; nunca creía que me era posible asistir un a escuela Ivy League. Mientras termino mi bachillerato en los Estados Unidos luego de cursar dos años en Puerto Rico, me he encontrado inmersa en una cultura diferente, un rigor académico distinto y otro lenguaje y clima. Ya nada me era familiar y sentía que no podía relacionarme con ninguno de mis compañeros de clase. De hecho, nunca tuve una profesora fémina en todo mi primer año aquí, y todavía no he conocido un profesor hispano en mi campo de estudio.


Constantemente me pregunto si verdaderamente pertenezco aquí. Añádele a eso la carencia de ayuda y orientación que he recibido desde que llegué, y obtienes la receta perfecta para un caso severo del Síndrome del Impostor.


A pesar de todo esto, persisto. Si me detengo a mi misma, no hubiera alcanzado lograr todo lo que podido hasta ahora.


 

Solicité a Cornell luego de que el huracán María haya arrasado la isla. Su impacto fue tan grande que ha dividido nuestra historia en “pre-” y “post-María”, pues nuestra vida en Puerto Rico jamás iba a ser la misma.


Al pasar el huracán estuve un mes sin clases. Irónicamente, estuve todo ese mes estudiando de química orgánica ya que se supone que cogiera un examen la semana luego de que el huracán pasó. Estudiar para la clase era de las pocas cosas que podía hacer para entretenerme. Adicionalmente, pasé parte de mis días leyendo todos los libros de Harry Potter, los cuales sólo me duraron siete días. El presidente Trump le encanta mencionar la gran cantidad de dinero que se adjudicó como medida de ayuda a Puerto Rico (una cantidad de 92 millones de dólares), pero se le olvida que el pueblo de puertorriqueño nunca vio ese dinero. Por más que tratáramos, no podíamos hacer nada para parar de que los lugares donde vivimos, trabajamos y estudiamos decayeran frente nuestros propios ojos. Quisiera poder enseñarles cómo se veían mis salones de clases luego del huracán, pero muchas de esas áreas fueron cerradas.


Fue para este tiempo que decidí transferirme de universidad.



Siempre busco nuevas oportunidades para aprender y exponerme a distintas experiencias. Mis padres y yo habíamos escuchado en la radio que algunas universidades en los Estados Unidos estaban aceptando “students displaced by the hurricane” (estudiantes desplazados por el huracán) por un semestre. Así como me lees, en la radio, no por el internet ni los medios sociales ya que no tuvimos acceso al internet (o ninguna otra forma de comunicación) por más de un mes. En muchos otros pueblos, fue por más tiempo que eso. En uno de los anuncios, escuchamos que universidades del estado de Nueva York habían creado un programa para aceptar estudiantes de las universidades de Puerto Rico. De pronto, fuimos al lugar de trabajo de mi padre, pues como él trabaja en una compañía de desarrollo de software, habían establecido internet satelital y aquí pude buscar cuáles eran estas universidades.


Mis padres y yo habíamos escuchado en la radio que algunas universidades en los Estados Unidos estaban aceptando “students displaced by the hurricane” (estudiantes desplazados por el huracán) por un semestre. Así como me lees, en la radio, no por el internet